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Noticias: "Renace la alegría" Entre todos hacemos el DOMUND en San Gabriel
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RENACE > "Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría", dice el papa Francisco al comienzo de Evangelii gaudium. El fin de la actividad misionera es, precisamente, ayudar a extender esta alegría, anunciando a todos la posibilidad de nacer y renacer al encuentro con Dios. Un renacer a la vida de fe que, como tantas veces comprueban los misioneros, ha sido revelado a los pequeños.
Los misioneros, llenos de alegría, comparten con los más pobres su experiencia de encuentro con Cristo. Los que reciben este anuncio y abren su corazón a él, también acogen con alegría la Buena Noticia de la salvación. Francisco nos dice cuál es el origen de esta gran alegría: “El amor con el que el Padre ama al Hijo llega hasta nosotros y, por obra del Espíritu Santo, nos envuelve”; y además, nos invita a participar en ella: “¿Por qué no entramos también nosotros en este río de alegría?”.
La sonrisa de unos jóvenes de diferentes razas sirve para expresar la alegría que brota del corazón. Sus miradas y sus manos entrelazadas reflejan que esa alegría nace de un corazón limpio y una fraternidad profunda. Es la fuerza contagiosa del amor, que descubren a cada paso quienes viven la experiencia de la misión.
Junto al lema, la palabra “DOMUND” evoca por sí sola la vida de entrega de los misioneros y nuestro deseo de ayudarles en su tarea. Y sobre un fondo morado, algunos signos evocan aspectos de la actividad misionera de la Iglesia. Facilitar la cooperación con esa labor es el objetivo de las Obras Misionales Pontificias.
DOMUND: Una nueva ocasión para nuestro compromiso misionero
El DOMUND es una ocasión para contemplar la misión de la Iglesia como familia de quienes se reconocen hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. Su celebración es cada año una nueva oportunidad para observar desde la perspectiva divina la humanidad como aquella mies que, según Jesús hizo ver a sus discípulos, está pronta para la siega; y que, a la vez, le oigamos advertir que esta mies es abundante, pero los obreros pocos. Ante este dilema, Él propone la respuesta: “Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío...” (Lc 10,2-3). Palabras imperativas para la oración y para la disponibilidad, que hace suyas el papa Francisco, a través la referencia a una Iglesia “en salida”. Es, por tanto, una nueva ocasión para implicarnos en el compromiso evangelizador de la Iglesia.
En efecto, Dios ha querido servirse de los hombres para la obra de la salvación del mundo. Todo nace de lallamada a la misión , como hizo el Señor desde el primer momento de su actividad evangelizadora: llamó a los que quiso para estar con Él y para enviarles a predicar (cf. Mc 3,13-15). También ahora sigue llamando a los que quiere, y la respuesta no se hace esperar por las numerosas vocaciones a la misiónque cada año parten de las comunidades cristianas. Unos son llamados a primera hora, y otros, a última; unos, para ir lejos, y otros, para estar cerca; unos, para colaborar desde la primera fila, y otros, desde la retaguardia; pero todos son llamados.
Contemplar la actividad misionera de la Iglesia en el mundo entero es uno de los argumentos fundamentales de su catolicidad y del sentido de filiación y fraternidad que subyace en el corazón de los discípulos misioneros.Entre estas vocaciones a la misión, es preciso destacar la que Dios deposita en el corazón de algunos laicos, que lo dejan todo para responder con prontitud. A ello se refiere Francisco cuando habla de que esta Jornada es la ocasión para incrementar la conciencia de las vocaciones misioneras y, especialmente, las laicales, ya que ellos, los laicos, “están llamados a desempeñar un papel cada vez más relevante en la difusión del Evangelio” (MensajeDomund 2014, 4).
Jornada Mundial de las Misiones
Este panorama de generosidad y universalidad se puede vislumbrar con nítido atractivo en la Jornada Mundial de las Misiones. Pablo VI inició la costumbre de entregar a la Iglesia un Mensaje para esta Jornada; desde entonces hasta ahora, los papas nos invitan a tomar parte activa en este intercambio de dones espirituales y materiales entre los fieles. Es la certeza de que todos somos la familia de Dios, y en sus manos ponemos nuestros “panes y peces”, para que Él los bendiga y los reparta. Decía Pablo VI en su Mensaje de 1976: “Esta Jornada anual se propone sobre todo la formación de la conciencia misionera de todo el Pueblo de Dios, tanto de sus individuos como de las comunidades; el cultivo de las vocaciones misioneras; y el progresivo aumento de la cooperación, espiritual y material, a la actividad misionera en toda su dimensión eclesial”.
La Iglesia ha querido servirse de las Obras Misionales Pontificias al hacer suya aquella iniciativa de Paulina Jaricot de colaborar, mediante la plegaria y la aportación económica, con los misioneros. En cada uno de los 130 países en que están implantadas, ha sido nombrado un director nacional; este asume la responsabilidad de promover, en comunión con la respectiva Conferencia Episcopal, el carisma propio de estas Obras, a las que el santo padre Francisco considera como “el instrumento privilegiado en las manos del Papa” para hacer visible la cooperación entre todos los fieles (Discurso a los directores nacionales de OMP, 17-5-2013).
Cooperación entre las Iglesias
Cada año, miles de personas anónimas, comunidades, parroquias y centros educativos, residencias de mayores, hermandades y cofradías, instituciones civiles y privadas colaboran ayudando a los miles de misioneros españoles repartidos por el mundo. Como en una familia, cada uno aporta lo que tenga y quiera dar, y los responsables se encargan de distribuir según las necesidades. Así funcionan los Fondos Universales de Solidaridad que gestionan los Secretariados Generales de las OMP. Estas ayudas no se circunscriben a los aspectos materiales y económicos, sino que todo está dinamizado por la caridad evangélica, que favorece la fraternidad y la solidaridad como partes connaturales de la tarea misionera.
Del amor al hermano, en el cual el cristiano contempla el rostro de Dios,brota la fuerza de la misión de la Iglesia. Este amor conlleva salir de uno mismo para situarse en la vida del otro; en concreto, en el hermano misionero que ha pasado a la otra orilla para entregarse a los demás. Jornada del DOMUND, días en los que vivir con intensidad la oración y el sacrificio para sostener las manos generosas y los corazones ardientes de los misioneros que están en primera línea. Después, solo después, viene la ayuda económica por medio dedonativos para el Domund.
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